Seleccionar página
Ascenso de China, reconfiguraciones en el Sur Global e implicancias para Nuestra América

Cuadernos de Bitacora *

Publicado: martes, 16 abril 2024

Gabriel Esteban Merino, Julián Bilmes y Amanda Barrenengoa

Este trabajo aborda la última de las tendencias presentadas en una serie de cuadernos en los que se trabajaron distintas dimensiones de los procesos de crisis de hegemonía y transición histórico-espacial en curso, con particular foco en el ascenso de China. Nos enfocamos en las condiciones emergentes y en las perspectivas que se abren para Nuestra América y el conjunto del Sur Global en medio de estas transiciones y procesos de carácter estructural. Se trata de una transformación del propio sistema mundial y así debe entenderse el ascenso de China, inmenso país que hace sólo 70 años era uno de los más pobres del planeta luego del “siglo de humillación”. Consideramos el escenario actual como una oportunidad histórica para los pueblos del Sur Global, para volver a construir y fortalecer un proyecto nacional latinoamericano de soberanía, autonomía y justicia social.

Se presenta aquí una versión sintética de un artículo publicado en la página del Instituto Tricontinental de Investigación Social el 25/3/24, y representa un avance de un libro de próxima aparición, editado por Batalla de Ideas y aquel Instituto, que compila esa serie de cuadernos de modo actualizado y articulado.

La transición como oportunidad histórica

Una primera tesis a plantear aquí, a modo de “lección histórica”, es que las transiciones hegemónicas o del poder mundial abren condiciones para insubordinaciones de los pueblos y naciones oprimidos. Son las etapas en donde se extienden en el sistema mundial las revoluciones y contrarrevoluciones. Claro está, no se trata de fenómenos mecánicos, sino que estas transformaciones adquieren sus singularidades en cada país y región, a la vez que se producen tanto flujos como reflujos de las luchas nacionales y sociales.

Siguiendo a Giovanni Arrighi y Beverly Silver, se pueden observar sucesivos ciclos sistémicos de acumulación en el capitalismo mundial, desde sus inicios hacia el siglo XVI, cada uno de los cuales fue liderado por agencias estatales que definieron una hegemonía: España y Portugal junto con las ciudades-estado italianas capitalistas encabezadas por Génova el primero, luego Holanda y las Provincias Unidas con centro en Amsterdam, a partir de 1815, Gran Bretaña y la subordinación de Asia y África, y luego Estados Unidos. Aquí consideramos que es sólo a partir del ciclo británico en el siglo XIX –con la conquista de la India, la subordinación y declive de China como gran centro económico mundial y el reparto de África– que el sistema mundial capitalista moderno y con centro en el Occidente geopolítico se vuelve realmente mundial. 

Se puede rastrear en ese recorrido el tránsito del dinero como del poder político-militar, a la par que las transformaciones en las relaciones sociales de producción, usufructuando la acumulación originaria producto de la conquista de América: es sólo a partir de esa conquista que Europa occidental puede salir de su condición de periferia en Eurasia, en la cual se mantuvo durante 1000 años. En esta dimensión económica y tecnológica fueron decisivas también las sucesivas revoluciones industriales (y revoluciones ‘industriosas’, como define Arrighi para el caso de China), desde los siglos XVIII-XIX hasta la actual transformación del paradigma tecno-productivo, pregonada como una “cuarta revolución industrial”.

De la mano de estas sucesivas reconfiguraciones en el poder mundial, los cambios políticos, tecnológicos y productivos impactan en las periferias y semiperiferias mediante distintos tipos de modernizaciones, en diferentes ámbitos: económico, productivo, comercial, político, institucional, social, etc. Ello transforma las sociedades periféricas al generar el movimiento de nuevos actores y clases sociales.

Ante la actual transición de este siglo, que se abre hacia fines de siglo XX y principios del XXI, se produce también un proceso de reemergencia de las naciones y pueblos del Sur. El momento actual vuelve a inaugurar condiciones para la reemergencia de nuevos grupos, clases  sociales, que se articulan como fuerzas sociales y políticas, con las singularidades que este momento histórico presenta, y con las peculiaridades de las naciones que son parte de dichas dinámicas.

El Sur Global y China en el siglo XXI

Pensamos al Sur Global como un espacio integrado por distintas regiones y zonas del mundo que fueron periferializadas por el colonialismo-imperialismo europeo entre fines del siglo XV, con la conquista de América, hasta el s.XIX, con la conquista de las grandes civilizaciones asiáticas y África. Las potencias del Occidente geopolítico llegaron a controlar el 84% del mundo, y diríamos, parafraseando a Samuel Huntington, no por la superioridad de sus ideas, valores o religión sino más bien por su superioridad en la aplicación de la violencia organizada.

El Sur Global no es una categoría geográfica sino política y simbólica, aludiendo a los históricos clivajes Norte-Sur, centro-periferia, que estructuraron desigualmente el sistema mundial. Si bien la propaganda occidental incluiría también aquí el tándem desarrollo-subdesarrollo, el auge en curso de ciertas periferias y semiperiferias, en particular con el ascenso de China y las regiones de Asia-Pacífico y Eurasia, pone en tensión esa visión.

El sistema mundial capitalista, en su fase de globalización y financiarización, ha profundizado el desarrollo desigual y combinado del proceso de acumulación de riqueza y poder, delineando, a la par, diferentes situaciones a lo interno de las periferias históricas. En ese marco, el Sur Global también contiene en su interior heterogeneidades y jerarquías, entre las que se destaca el rol peculiar de China. Como indicamos antes, a comienzos del siglo XX, China se encontraba ocupada por distintos imperialismos, con lo cual, se asumía como una “hiper-colonia”, según la definición de su histórico líder Sun Yat-sen. Ya triunfante la Revolución de 1949, Mao incluyó a su país como parte del Tercer Mundo, y China fue uno de los principales impulsores del Movimiento de No Alineados, proponiendo cinco principios para ello que fueron formulados por Zhou Enlai en 1964: respeto mutuo a la soberanía e integridad territorial, no agresión, no intervención de un país en los asuntos internos de otro, igualdad y beneficio mutuo, y coexistencia pacífica.

En el presente, China tiene una doble condición paradojal: un país que proviene del Tercer Mundo –devenido Sur Global– resulta la mayor potencia emergente, y ha llegado a disputar las principales dimensiones del poder mundial. Por ello, el caso chino amerita un abordaje particular por los rasgos distintivos de su ascenso, además del modo en el que se materializa su auge en distintas escalas. De hecho, su propia reemergencia está modificando estructuralmente la jerarquía centro-periferia de la economía mundial.

Un espacio por demás relevante a destacar aquí es el foro de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que expresa un ascenso e insubordinación de las grandes semiperiferias del sistema mundial, protagonizada por potencias emergentes de escala continental en articulación global. De hecho, no resulta casual la aparición de los BRICS en la escena internacional en 2009, luego de la gran crisis de 2008, cuando se produce una bisagra en el capitalismo global y, con ello, un nuevo momento geopolítico, a partir del cual se consolida la situación de la crisis de la hegemonía anglo-estadounidense. Con la pandemia que se desató en 2020 se aceleraron las tendencias fundamentales de la actual transición del sistema mundial, entre otras el declive relativo del Occidente geopolítico y el ascenso de China y de Asia en general. Ese año se produjo un quiebre significativo en la economía global, con fuerte carga simbólica: los países agrupados en los BRICS superaron a los países del G7 en el porcentaje que representan sus respectivas economías medidas en PIB a paridad de poder adquisitivo (PPA). Esta tendencia secular, que avanza desde los años ‘80 bajo el liderazgo central de la locomotora China, continuó su curso luego de 2020 y probablemente vaya a continuar. Hasta el momento los intentos de Estados Unidos y el Occidente geopolítico para revertir estas tendencias —que se manifiestan en guerra global contra el terrorismo, la guerra comercial, la guerra tecnológica y la guerra económica a través de sanciones, o impulso de conflictos internos a los estados considerados rivales, etc.— no solo no han logrado sus objetivos, sino que parecieran haber impulsado aún más la crisis de hegemonía y transformación del sistema mundial. La reciente ampliación del foro para constituir el BRICS+ (incorporando a Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Irán, Egipto, Etiopía y con la marcha atrás de Argentina bajo el gobierno de Milei) da cuenta de la extensión de este proceso a otros territorios del Sur Global, con importantes implicancias geopolíticas.

En los últimos años, China se ha convertido en el primer socio comercial de la mayoría de los países del mundo, como se puede ver en el gráfico a continuación, y ello se articula con su avance exponencial en materia de inversión y adquisiciones.

https://lh7-us.googleusercontent.com/VK9i7SxUwaTMmE8fo6F1aXUf5PuJBZV_b4lG-53No0BiocVfxPTVd3LZgzrlGmqTYYRjL1Wfmm3eYZRsf3TSot8pQGlK7AYD8HWKuRR9daDZtbuHKh7Kaa7r5DvcAnASI4OIFBaBrJBGaEebVujACIs

A su vez, la tendencia de la última década de las exportaciones de China para el Sur Global es de claro crecimiento, a la par que disminuye su orientación para EE.UU., Europa y Japón, llegando en la actualidad casi a duplicarse, como se puede apreciar en el siguiente gráfico: 

https://lh7-us.googleusercontent.com/CEYxIwyI29gGzwwy0cppmLdB4tzeoTHKhjoUc3VTwxEGtfq4fMfW33LcfsRkfomfxsgublOIM-NrcNz5J6xba2yQIsNzQuRLL0hz_a-GGOBFx42OHQadGYaMNYNPn4X2JTGwhXpubSin0ZGz_qx3p4M

Fuente: Macrostrategy LLC.

En este marco, toma cada vez más fuerza la discusión sobre el carácter de China y lo que implica su ascenso para los pueblos y naciones del Sur Global. Tanto por izquierda como por derecha se acusa a la potencia oriental de ser un nuevo imperialismo y de comportarse de tal modo en sus crecientes vínculos con África y América Latina.

Desde una perspectiva latinoamericana, y coincidiendo con Claudio Katz (2023) en torno a correrse de la idealización y/o demonización de China, la estrategia de esta para con la región se corresponde con un proceso sostenido y veloz con distintas propuestas de grandes volúmenes de inversión en áreas estratégicas: tecnología, infraestructura (puertos, corredores bioceánicos, puentes carreteros, etc), petróleo, gas, minería, metales; además de préstamos financieros. Como parte de su “astucia geopolítica”, una diferencia sustancial con Estados Unidos radica en el terreno militar: en lugar de subordinar a los gobiernos latinoamericanos a sus reglas y hacerlo por la fuerza, China ha sabido captar las necesidades locales a partir de toda una batería de propuestas que conforman su estrategia de acercamiento, sin uso de la fuerza militar o presiones políticas. La condición que sí sostiene es romper relaciones con Taiwán (parte de su territorio en conflicto desde de la revolución de 1949), lo cual muestra que el modo de hacer negocios de China no va de la mano con lo que Katz considera una “norma imperial”, es decir, no es a través de la imposición forzosa ni de la instalación de bases militares o tropas que se desarrolla su estrategia de negocios con América Latina. Como señala el autor, es aquí donde radica una distinción fundamental que hace al concepto mismo de imperialismo, el cual conlleva el uso de la fuerza para la imposición en un territorio. Algo diferente de ello es la crítica en torno a la dependencia económica que los acuerdos con China pueden generar para nuestra región, por ello es preciso remarcarlo.

De esta manera, los distintos actores económicos y empresariales, y los propios Estados de la región vienen aprovechando el nuevo momento, lo cual abre otro conjunto de discusiones en torno a cuál va a ser la estrategia propia para negociar con China. Se trata de un desafío para el Sur Global, en torno a la posibilidad de establecer las propias condiciones para que las relaciones con China puedan contribuir en la promoción de estructuras productivas e institucionales con un patrón inclusivo en términos sociales, y que busque reducir las asimetrías espaciales.  

Según entendemos, en el entramado heterogéneo que compone el Sur Global, y teniendo en cuenta su historia, lo que emerge a partir del ascenso de China es una plataforma material de desarrollo que compite con el viejo esquema conducido y sostenido hegemónicamente desde el unipolarismo angloestadounidense. En dicha estrategia, el Sur Global es interpelado como actor y parte fundamental, que ha sido periferializado y fragmentado como consecuencia de un tipo de desarrollo desigual. En el actual contexto de transiciones, interpretamos el momento que atravesamos como clave en términos de posibilidades de diseñar una estrategia propia ante la presente crisis, que tenga a la autonomía como un vector central.

El ascenso chino y los desafíos actuales para Nuestra América

En este último punto, nos preguntamos por las lógicas, mecanismos y actores que privilegia la estrategia china y el impacto que ello tiene para el desarrollo de los países de Nuestra América. También, si producto de dicha asociación, las históricas asimetrías entre Norte y Sur, centro y periferia, se verán transformadas.

Los puntos clave del interés económico chino en nuestra región se pueden sintetizar en energía –en sus distintas formas–, materias primas y recursos naturales estratégicos, y, ligados a ello, obras –y corredores– de infraestructura que permitan y potencien la provisión de estos bienes, así como también consoliden a Beijing como el centro impulsor del desarrollo de infraestructura a nivel mundial. En esto último juega un rol clave la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), la mayor apuesta a nivel mundial de conexión del comercio y los transportes, por tierra y mar, primero pensada para Eurasia pero que se fue ampliando e incorporó a nuestra región hacia 2017-2018. Ya se han sumado 22 países de América Latina a dicha iniciativa. A la par, desde 2009 China se ha convertido en el primer o segundo socio comercial, inversor y acreedor extranjero de la mayoría de los países de la región, y esta constituye, luego de Asia, la segunda en importancia como destino de la inversión china.

China genera grandes desafíos para nuestra región, cuya presencia conlleva también importantes tensiones, y por momentos, oscilaciones. Por un lado, aparece como un socio en materia geopolítica, como parte fundamental de las fuerzas y el creciente mundo multipolar, en pos de ampliar los márgenes de maniobra y autonomía. Tanto las nuevas alianzas internacionales, la inclusión en los BRICS y su banco de desarrollo, la IFR y sus bancos asociados, pueden aportar a diversificar fuentes de financiamiento e inversiones, e incluso también cierta eventual cooperación y transferencia tecnológica (en tensión y no de manera lineal). Pero por otro lado, en términos económicos, los tipos de vínculos comerciales entablados reproducen el perfil primario de nuestras exportaciones (con bajo componente de valor agregado – trabajo en origen). Sumada a esta situación –que se corresponde con un proceso de desindustrialización desde el quiebre de los años 70’, que sólo se frenó en parte en los años 2000–, el ascenso de los vínculos comerciales de China con países de la región, ha ido en detrimento del comercio intrarregional, del cual el MERCOSUR es un ejemplo.

Es por ello que se presenta una cooperación paradójica, cuyos beneficios pueden ser también dañinos, implicando tanto desarrollo como dependencia (o desarrollo del subdesarrollo, al decir de André Gunder Frank). Es que, en caso de proseguir un tipo de vínculo así con China, aparecen riesgos económicos ciertos de profundizar un perfil primario exportador sin valor agregado en origen, desindustrialización y pérdida de complejidad económica para nuestra matrices productivas. Y al mismo tiempo, se trata de un socio estratégico de gran potencial para superar esta condición periférica, “subdesarrollada” y dependiente de nuestras economías.

Ahora bien, para superar esta especie de paradoja, hace falta un proyecto nacional y regional de desarrollo sostenido desde nuestro lado, con visión y planificación estratégica, densidad nacional, capacidades estructurales y enraizamiento social popular. Se trata aún de una tarea pendiente, algo a diseñarse, construirse y consolidarse en el tiempo más allá de los vaivenes. Es decir, la relación con China y el mundo emergente con centro en Asia Pacífico va a depender del proyecto que definamos nosotros y nosotras en nuestros propios países y en nuestra propia región. Beijing no posee un patrón de desarrollo imperialista o de tipo “occidental”, por el cual los procesos de acumulación se garantizan y refuerzan mediante la fuerza política y militar. Pero tampoco va a liberar a Nuestra América de la dependencia, del lugar que ocupa en la división internacional del trabajo y en las jerarquías interestatales.

Pretender eso es reproducir la mentalidad colonial. Sólo los pueblos pueden liberarse a sí mismos y encontrar sus mejores caminos al desarrollo; en todo caso, en ese camino pueden encontrar mejores oportunidades y socios que le ayuden. Eso significa China para nuestra región y de ahí que la paradoja deba interpelarnos, ante todo, a nosotros mismos.

Ante la ausencia de un proyecto de integración regional consistente, junto con las crónicas crisis económicas, políticas y sociales que enfrentan nuestros países, el vínculo con China es visto como una posible “solución” o salvación para los nuestros problemas. En esta salida intermedia, suelen perderse de vista las consecuencias aún vigentes del hecho de no contar con una perspectiva propia, soberana y autónoma acerca del desarrollo en el mediano y largo plazo. Es decir, cómo prever un desarrollo que coincida con la demanda de productos chinos pero que, a la vez, permita diversificar y multiplicar el comercio intrarregional. Es decir, un tipo de articulación que priorice la complementariedad para un desarrollo autónomo, y que pueda revertir el carácter deficitario y primarizado del vínculo comercial con la potencia asiática. Por ello, la relación con China trae aparejados debates y decisiones estratégicas en dirección a priorizar nuestra soberanía y proponer caminos concretos para ello. En estos, la planificación estatal resulta central para el diseño de políticas que puedan sostenerse en el tiempo en la construcción de una agenda conjunta, para lo cual se puede aprender la misma experiencia china al respecto.

Por ello, en el marco del ascenso chino en el mapa de poder mundial, es crucial la definición en torno al rol que van a tener los Estados latinoamericanos en el nuevo momento de la transición histórico-espacial, en su fase de caos sistémico y guerra mundial híbrida. Nos encontramos hoy en lo que podría denominarse como un trilema en Nuestra América: 1) avanzar en una mayor periferialización regional atados y subordinados en términos políticos y estratégicos al  polo de poder angloestadounidense en declive y a un mundo en crisis, atrapados en el estancamiento y la financiarización; 2) ir hacia una neodependencia económica con China, no en el sentido formal sino de hecho, combinada con una subordinación estratégica al establishment occidental (con sus distintas fracciones en pugna), para garantizar el “desarrollo del subdesarrollo” en la fórmula de André Gunder Frank: es decir, otorgar alguna viabilidad a los proyectos de factorías primario-exportadoras de los viejos grupos dominantes ligándose al centro emergente; 3) aprovechar el escenario de crisis mundial y multipolaridad relativa, así como lel ascenso de China y las oportunidades que ofrece en un escenario de profundas transformaciones del sistema mundial –en donde aumentan las presiones por democratizar la riqueza y el poder– para resolver las tareas de la segunda independencia.

*

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Hola necesitamos actualizar el valor de las suscripciones a Cuadernos de Bitácora. Cómo lo sabes no condicionamos a nadie a que tenga que pagar para leernos. En función de ese principio de decidi vos mismo la actualización que te cuadra. Acá van las tres sugerencias. La menor de $1500.- Luego por $2000.- y finalmente si estás en condiciones de pagarlo y crees que nuestro trabajo lo merece $5000.- Muchas gracias por tu colaboración:👇

Para suscribirte por $1500/mes, hacer clic aquí.
Para suscribirte por $2000/mes, hacer clic aquí.
Para suscribirte por $5000/mes, hacer clic aquí.

 

Regresar al

Sumario N°23

Sumario N°22

Sumario N°21

Sumario N°20

Sumario N°19

Sumario N°18

Sumario N°17

Sumario N°16

Sumario N°15

Sumario N°14

Sumario N°13

Sumario Edición Especial Rusia

Sumario N°12

Sumario N°11

Sumario N°10

Sumario N°9

Sumario N°8

Sumario N°7

Sumario N°6

Sumario N°5

Edición Especial Perú

Sumario N°4

Sumario N°3

Sumario N°2

Sumario N°1