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El triunfo de Lula en Brasil reabre las puertas a la oportunidad latinoamericana

Lido Egisto Iacomini *

Publicado: lunes, 07 noviembre 2022

Que Bolsonaro no tuviera una reacción democrática, aceptando razonablemente su derrota ante Lula, era previsible. Como era previsible que intentara seguir el camino golpista de Donald Trump, su mentor norteamericano. Lo que era imprevisible era el resultado, aún lo es en parte, de su resistencia antidemocrática. No imitó la toma del Capitolio. Y los camioneros le resultaron insuficientes si bien lograron articular un par de centenares de cortes en las rutas brasileñas.  Les siguieron algunos miles de bolsonaristas furiosos que clamaban en algunas grandes ciudades por la intervención del ejército. Muchos, muchísimos menos que los lulistas que bailaron y cantaron el triunfo de Lula Da Silva inundando las grandes avenidas de las mismas grandes ciudades y las calles de las pequeñas.

La elección mostró la masividad de la posición anti PT/Lula y su fortaleza en Brasil es similar a la que acá en Argentina tiene el antikirchnerismo/Cristina, ambas víctimas de la demonización articulada mediática y judicialmente como parte de las modernísimas estrategias neoliberales. Pero la derecha fue derrotada en su aspiración de impedir la resurrección de Lula y a la vez logró consolidar el peso parlamentario y estadual del conglomerado del conglomerado de derecha que se juntó tras la candidatura de Bolsonaro y al que éste pretenderá mantener unido y dirigirlo como ariete destituyente en el período que se abre. Lula buscará exactamente lo contrario: dividir el frente de derecha y desgastar el liderazgo de Jair sobre ellos. 

La resistencia antidemocrática del bolsonarismo también tuvo repercusiones positivas  y las principales fueron institucionales, de la justicia electoral en primer lugar y de las fuerzas policiales luego, que acatando a sus jueces disolvieron bastante rápidamente la mayoría de los piquetes  de camioneros en las conexiones “rodoviarias” del país. Ni remotamente, hasta ahora al menos, pudieron convertirse en la mecha incendiaria del golpe protofascista que muchos anunciaban. La táctica de desconocer el pronunciamiento popular de las urnas, previsiblemente ideada por Steve Bannon, difícilmente le dé el resultado que le dió a Donald Trump. En EEUU al expresidente del gran jopo le sirvió para unificar al partido republicano y aspirar a desquitarse en el 2024 derrotando a Biden. Claro que Trump es una topadora posiblemente superior al adormilado y desangelado Biden mientras que es indudable la superioridad de Lula sobre Bolsonaro.

Acierta Boaventura Dos Santos cuando dice que el golpe de Bolsonaro es una acción continua, extendida en el tiempo. Y no es sólo el golpe de un fascistoide aislado llamado Jair el Mesias sino expresa el golpismo, en su formato actual, de los intereses norteamericanos en el escenario de la geopolítica. Pero allí también residen sus limitaciones: la interna norteamericana está al rojo vivo y la derrota de la derecha local es funcional al partido demócrata norteamericano. Gran parte de la burguesía brasileña no es devota de Bolsonaro y mucho menos de una aventura golpista. Apuestan a Gerardo Alckmin del PSDB ya que prefirieron un vicepresidente deslucido bajo el paraguas de Lula al carecer de una opción electoral viable, que marchar a la cola de Bolsonaro. Es la fracción de la burguesía que entre la reprimarización de la economía y la reindustralización elige a ésta última aunque venga de la mano del Partido de los Trabajadores

Acierta Gabriel Fernández en su nota inserta en este N*3 de Cuadernos de Bitácora, cuando sugiere que el destino autónomo de Latinoamérica reside en gran medida de la alianza entre Brasil y Argentina que éste triunfo de Lula alimenta. Por eso fueron enormemente significativos el gorro con las iniciales CFK que se calzó el presidente electo en su primera presentación pública asumiendo el triunfo en las urnas. Difícil creer que no encontró otra gorra a mano para semejante ocasión. De la misma manera significativa fue el abrazo con Alberto Fernández, con quien compartió el escenario del triunfo. Difícil creer que ambos habían olvidado las duras críticas que Lula le calzó pocos días antes al presidente argentino. Escasa dimensión tienen las valoraciones personales mutuas que ambos puedan tener frente a la dimensión estratégica que se abre para el mundo con la significación estructural de la sintonía política que el triunfo de Lula instala en el sur del continente. Quizás considerase ya Lula da Silva que la vice presidenta argentina podría tener una importante iniciativa política en su discurso del viernes 4 de Noviembre en el Plenario de la UOM que la encaminara nuevamente a la Casa Rosada.

El mensaje de Lula, terminado el escrutinio, tuvo dos ejes fundamentales: el programático, tomando públicamente todos los compromisos necesarios para reencarrilar al país para rescatar a millones de la pobreza y la miseria, retomar la senda industrialista creadora de fuentes de trabajo, defender la Amazonia y la naturaleza, recuperar los derechos de los pueblos originarios y las diversidades y todos los valores y derechos democráticos y por otra parte hacerse cargo de la labor política indispensable para superar las divisiones profundas y las grietas que las políticas de odio han llevado adelante hasta ahora. Como en Argentina, donde al día siguiente de la derrota de la derecha, que hasta ayer fustigaba al ahora triunfante presidente por rojillo y hasta lo caratuló como «comunista», hoy exalta como «moderación» lo que mañana usará como elemento de desgaste y de presión y no abre la boca sobre los aspectos programáticos y transformadores de la realidad, que son los que hoy alientan la esperanza y causa de la alegre movilización del pueblo. 

La derecha, sus medios y sus personeros ya han definido su táctica camaleónica para la ocasión, que muy probablemente será menos violenta, o incluso no violenta, como creían muchos. En Argentina  ya aparecen los cultores del «consensualismo» y el posibilismo de Alberto en la esperanza que Brasil siga la misma senda de debilidad que nuestro gobierno frente a la presión del imperio y los poderes concentrados. A mal de muchos consuelo de tontos. 

Posiblemente el mayor desafío en el campo de lo política interna se encuentre en el Parlamento dónde la derecha conquistó una importantísima cantidad de bancas que le servirán para sembrar de obstáculos el desarrollo de la gestión petista. Esto en medio de la mayor crisis internacional de las últimas décadas con el agudo enfrentamiento de EEUU con Rusia y China con quienes Brasil comparte el BRICS e importantes volúmenes de negocios. El esfuerzo del gobierno por conquistar un sector de la oposición o al menos dividirla profundamente posiblemente radique en conquistar a gran parte de su población con proyectos viables y de envergadura como los que podríamos tener entre Brasil, Argentina y Méjico. Su complementariedad es posible porque comparten una base científico técnica y productiva de envergadura, como por ejemplo en la industria automotriz. En alianza con los países de la región que componen el triángulo del litio (Bolivia-Chile y Argentina) podrían forjar la mayor y competitiva industria mundial de vehículos eléctricos (autos, camiones, autotransportes colectivos, etc), aprovechando sus potencialidades para cubrir el ciclo completo de producción. 

Esperemos que Lula, viejo zorro espadachín, su experiencia le sirva para sortear los escollos de un gobierno que estará en disputa, y arribar junto al Mercosur, la CELAC y los BRICS al mundo multipolar que nos permita construir las nuevas sociedades que merecen nuestros pueblos.

* Editor Responsable

1 Comentario

  1. Avatar

    Lido
    Brillante.espero que

    nuestra nueva presidenta pueda llevar a cabo su proyecto americanista

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