Una guerra prolongada, aunque no popular, como la que ha planeado EEUU en territorio ucraniano, con la OTAN como protagonista de pantalla y con las tropas de Zelensky como carne de cañón tercerizada, con Rusia como adversario visible de inmediato pero con China como enemigo principal, no puede menos que ofrecer una compleja trama, dónde se hace indispensable precisar distinciones entre las acciones tácticas y los objetivos estratégicos de los principales contendientes.

Largas guerras o guerras relámpago han sido ambas utilizadas por el militarismo norteamericano a lo largo de su historia pero ahora la guerra nuclear es un límite que si bien puede ser atravesado por error de cálculo o ciego aventurerismo, no puede ser eludido al momento de definir tácticas o proyectar estrategias.

Es decir la guerra es una táctica que EEUU todavía puede usar, y la usa en sus intentos de mantener su vieja hegemonía, dentro de ciertas limitaciones. Por ello en Ucrania suministra armas, dólares, comunicaciones y hasta mercenarios cipayos pero no escala la guerra usando soldados norteamericanos ni dispara armas «propias». Al menos que sean operaciones encubiertas, como en el caso del Gulf Stream.

Con China practica una política peligrosa en Taiwán y en los mares  aledaños a la gran potencia asiática, provocativa pero prebélica. 

En tanto China, hasta ahora, ha sido partidaria de la competencia pacífica, convencida de su superioridad a mediano y largo plazo en un marco de estabilidad. Su principal proyecto estratégico es la Franja y la Ruta de la Seda, que requiere un contexto  no perturbador de las comunicaciones en amplios territorios. Esa estrategia china determina que sus tácticas no pongan en riesgo la paz y favorezcan siempre los acuerdos y negociaciones. El límite es siempre que no ponga en riesgo la integridad y seguridad de China. La coexistencia con el capitalismo debe ser profunda y por eso China sólo promueve el socialismo en su país y hace de la no injerencia en los asuntos internos de otro país una bandera esencial. Ni de ellos ni hacia ellos. 

EEUU  ha expuesto su debilidad económica y financiera tras una nueva corrida bancaria post Lehman Brothers que comenzó con el Silicon Valley Bank en San Francisco y luego rápidamente se trasladó a Europa al golpear duramente al Credit Suisse.

Para una guerra de largo aliento dañar sus reservas económicas es como dañar su retaguardia más vital. China podría aprovechar esta coyuntura de la inestabilidad económica yanky e incrementar la venta en los mercados mundiales de sus bonos de la deuda norteamericana provocando una estampida y un probable desastre en la posición internacional del dólar norteamericano. 

Por supuesto esto llevaría a un nuevo y altísimo nivel la confrontación sino norteamericana. Y los riesgos de involucrar a China en la guerra. 

Por el contrario China saca a relucir su propuesta de paz, profundiza al mismo tiempo sus ya buenas relaciones con Rusia y objetivamente sostiene su retaguardia estructural con acuerdos económicos cuantiosos y de largo plazo. En estas condiciones se diluyen las esperanzas norteamericanas en el bloqueo como método para arrodillar a Putin quebrando la economía rusa. 

La estrategia norteamericana vigente desde al menos un siglo atrás ha sido impedir el acercamiento de Rusia a Europa pues el fantasma de esa unidad oscurece el objetivo norteamericano de un mundo dominado exclusivamente por ellos. 

Es decir apuntan contra Rusia para subordinar a Europa y limitar su competencia. 

La colonización norteamericana, vigente al menos desde el Plan Marshall, pareciera estar llegando a su ocaso a pesar de la apariencia otorgada por la sumisión europea atada al carro de la OTAN. Las revueltas en Francia y las huelgas en Gran Bretaña tienen connotaciones más estructurales que la sumisión cultural de los suecos, que no tardarán en despertar de su «sueño americano».