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Lula: el «ex convicto» que llegará de nuevo a presidente

Lido Egisto Iacomini *

Publicado: jueves, 13 octubre 2022
lula, ex-convicto

Ex convicto, lo señala reiteradamente Bolsonaro, estigmatizando con resentimiento al obrero metalúrgico que se sacó el overol para vestirse de Estadista, rescatando al viejo imperio esclavista para convertirlo en una democracia moderna. Jair vocifera desafiante la acusación que él sabe mentirosa, con ese resentimiento de milico frustrado en su aspiración de sujeto disciplinador al servicio de los fazendeiros. Terratenientes fascinerosos de un Brasil cuya economía pretendió reprimarizar para eludir los riesgos de un Brasil industrial inserto en un nuevo mundo, el mundo multipolar.


Allí, en el resentimiento de la frustración, anidan los corazones de esas derechas fascistoides. Son el resultado de la decadencia de los viejos modelos, el neoliberalismo que esperamos sea la fase final del ya decrépito capitalismo y del agroexportador y extractivista, que arrasa con topadoras la naturaleza, desplazando a pueblos y provocando la catástrofe climática.


A pesar de sentirnos íntimamente contrariados porque Lula no alcanzó a llegar a la Presidencia en primera vuelta, deberemos valorar que los resultados alcanzados indican la altísima probabilidad de un triunfo el 30 de Octubre y que esto augura el inicio de un nuevo ciclo político en Brasil y una consolidación del rumbo latinoamericano hacia una autonomía regional enmarcada en la multipolaridad.


El alto porcentaje alcanzado por Jair Bolsonaro, mayor al de todos los pronósticos, es a la vez una señal que nos advierte que las dificultades para el gobierno del PT serán muchas, con gobiernos estaduales en manos de la derecha extrema, de personajes encumbrados salidos de su seno que son parte de una mayoría parlamentaria dispuesta a toda la irracionalidad que podamos imaginar para trabar y desgastar al gobierno nacional popular.


Negacionistas de la pandemia sufrida, como el exministro de Salud, artífices del law fare como el ex Juez y ex ministro de Bolsonaro, Sergio Moro, antifeministas sectarias del evangelismo retrógrado, militares macartistas y ex policías partidarios de la creación de milicias paramilitares y de la distribución masiva de armas y toda clase de personajes siniestros como salidos de un aquelarre fascista, continuarán pululando en despachos oficiales de las mayores ciudades de Brasil y de su Parlamento.


De todas maneras no es labor nueva para Lula convivir, maniobrar y negociar con un enjambre de Partidos corruptos para lograr conseguir mayoría parlamentaria que le permitan sancionar las leyes indispensables. Así también se construyó el mejor gobierno del Brasil que fue el de Lula y el PT, aunque también así se destituyó a Dilma Roussef y se transitó lamentablemente por el Gobierno de Temer.


Por eso es posible decir que el mayor desafío, además de condición previa ineludible, es asegurar la mayoría necesaria para derrotar en la segunda vuelta a Bolsonaro. Lo más arduo vendrá después cuando haya que retomar la tarea gigantesca de reconstruir la perspectiva industrial de un Brasil integrado en un proyecto transformador común de la Patria Grande.


Brasil es un gigante heterogéneo, potencialmente poderosísimo pero complicado en grado sumo, de ciudades enormes que el neoliberalismo modeló a su imagen individualista y meritocrática donde pudieran tener cabida el pronorteamericanismo de las clases altas y se difuminara el industrialismo nacido con el varguismo y estimulado por los militares nacionalistas de décadas pasadas. El punto de unidad con el trumpismo republicano consistió en volver a las economías de materias primas y reconstruir oligarquías sucesoras de los viejos fazendeiros, talar la Amazonía reprimarizando la economía brasileña multiplicando el extractivismo mucho más allá de los garimpeiros. La desigualdad y la miseria de vastas zonas del gigante sudamericano son funcionales a ese modelo y se completa cuando es necesario, con la capacidad de disciplinar acudiendo a las “milicias” y a la violencia bolsonarista.


Sin partidos de larga tradición como los de Argentina (aún resistentes a pesar de haber sido atravesados por el neoliberalismo menemista el peronista y macrista el radicalismo), con un sindicalismo deteriorado estos últimos años, el sistema de partidos de Brasil necesita renovación y revitalización profundas para salir de su cultura de corrupción. En paralelo las asociaciones patronales que fueron, como la FIESP, partidarias de su desarrollo industrial viraron hacia el mundo de la financiarización y en consecuencia desde la autonomía hacia la dependencia.


Ese capitalismo, que en su fase de expansión supo usar, poniendo a su servicio, el sistema democrático que llamamos demoliberal ahora lo pretende limitar cuando no aplastar. Porque esas derechas americanas o europeas son producto de la crisis y decadencia a la vez que de la necesidad de las clases dominantes ante ellas.
El renacimiento de Lula se inscribe también en otra necesidad: la necesidad del pueblo brasileño de retomar la senda del crecimiento y la industrialización. Y también se inscribe en la posibilidad abierta de una nueva coyuntura geopolítica expresada en el reanimamiento y expansión de los BRICS.


A contrapelo Bolsonaro hizo una gran elección y se aferra a millones de engañados antes de su desaparición. Pero más millones sacaron a Lula, su gran esperanza, del ostracismo, la persecución y la demonización. Sin dudas Lula hizo también una gran elección y fue el ganador. Si triunfa en la segunda vuelta será el momento del salto para el subcontinente: el salto que se produce cuando la cantidad se transforma en calidad. ¡¡ Lula presidente !!

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