Y tal como todos los observadores internacionales suponían septiembre terminó con un ruidoso fracaso de Alberto Núñez Feijóo en su búsqueda de la tan ansiada investidura como Jefe de Gobierno de España. En dos ocasiones los votos en contra superaron a los positivos. Así, ahora se espera que el monarca Felipe VI encargue a Pedro Sánchez, segundo candidato más votado en las últimas elecciones generales, la formación de un nuevo gobierno. Sería su segundo período.

El hombre del Partido Popular contó, básicamente, con el apoyo de la ultraderechista VOX que funcionó como el “abrazo del oso” ya que le dio una relativa mayoría en el parlamento pero por debajo de los 176 respaldos necesarios para formar gobierno. La alianza con estos herederos del franquismo centralista le cerró las puertas para poder llegar a algún tipo de entendimiento con otras fuerzas de derechas autonómicas, como por ejemplo el Partido Nacionalista Vasco, con quien José María Aznar logró un acuerdo en 1996 y formó gobierno. Hoy el PNV forma parte del gobierno de Pedro Sánchez.

Esta alianza con la ultraderecha tiene mucho que ver con la presión que en esa dirección marcaron el ex presidente Aznar y la titular de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Es válido sospechar que a Feijóo le aguarda un destino similar a Pablo Casado, ex presidente de los populares que tras perder una pulseada con la madrileña debió dejar su lugar. Aunque, de momento, los medios de la derecha españolista le muestran su apoyo y sostén. Tal vez, sentirse “satisfecho de no haber cedido a ningún chantaje” de parte de los nacionalistas catalanes que buscan su referéndum de independencia, sea la clave de este apoyo.

Ahora Sánchez está decidido a formar un nuevo gobierno “progresista, con avances sociales y de derechos y convivencia en nuestro país” que continúe por la senda de otorgar derechos a los ciudadanos y respeto a las minorías. No obstante, tampoco cuenta con los apoyos suficientes para lograr la mayoría absoluta, ya que el pedido de las fuerzas independentistas de Cataluña parece ser un escollo que a veces se torna insalvable. Tanto Oriol Junqueras, presidente de Esquerra Republicana de Cataluña, como Carles Puigdemont (que sigue en Bruselas) de Junts piden una amnistía total y la convocatoria a un referéndum por la independencia.

El tema de la amnistía es resistida por toda la derecha y por los “históricos” líderes socialistas como Felipe González y Alfonso Guerra, quienes el miércoles 30 de septiembre aparecieron juntos en público después de 30 años. Fue en el Ateneo de Madrid con motivo de la presentación de una suerte de Memorias del ex vicepresidente Alfonso Guerra, en donde se criticó la intención de Sánchez. “La amnistía es una humillación deliberada a la generación de la Transición”, proclamó Guerra. Por su parte González afirmó que “no podemos dejarnos chantajear por nadie, ni mucho menos por minorías en vías de extinción”, en alusión a los separatistas.

Hasta aquí todo parece venir en contra de las intenciones negociadoras de Sánchez: la derecha junto a los históricos socialistas se muestran contra las intenciones de equilibrio y equidad que busca el jefe de gobierno español y abogan por no ceder nada ante las demandas de los independentistas que el pasado domingo 1 de octubre celebraron el sexto aniversario de la fallida proclama catalana.

No es esta la posición que reflejan los demás aliados de Sánchez para formar gobierno. Tanto las fuerzas vascas como el Bloque Nacionalista Galego, así como la izquierdista Sumar se manifestaron: o bien a favor de la amnistía o no pusieron pegas al respecto. Prima un deseo de entendimiento y buscar acuerdos que permitan un desarrollo de todos los pueblos que componen el estado español. Cuando en Sudamérica hablamos de estados plurinacionales, España es un claro ejemplo. También debemos señalar que la mayoría de los sectores del PSOE se alinean con las posturas políticas de Sánchez, incluido el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero.

Tengamos en cuenta que para que Sánchez gane la votación necesita del apoyo de los 14 diputados que suman las fuerzas catalanas. ¿Dónde está el escollo entonces? En el tema de la independencia. De acuerdo a la campaña mediática que viene desarrollando la derecha desde la misma muerte de Franco en 1975 hasta la fecha, independencia de Cataluña o País Vasco es una mala palabra que no puede pronunciarse. Inclusive sectores que se autoproclaman progresistas o socialistas la rechazan visceralmente.

Creo que aquí hay un punto de inflexión peligroso. Cuando se prohíbe hablar de un tema, o cuando al mismo se lo transforma en tabú, o se lo reprime, o se lo encarcela, se está creando un conflicto que solo puede escalar y es a peor. Hablarlo, negociar, reconocer que el problema existe y está ahí es la condición prima facie para poder resolverlo. La experiencia en España dice que tanto la Primera como la Segunda República son las que más avanzaron en este aspecto. Y no lo hicieron escondiéndolo debajo de la alfombra o ninguneándolo como lo hace hoy Felipe González. Una simple pregunta que se hace este cronista es si la Monarquía Constitucional no está llegando a su fin y va siendo hora que España se reconozca como Estado Plurinacional y lo aborde.

Hoy por hoy, creo que Sánchez deberá usar a su capacidad de negociación y buscar un acuerdo con ERC y con Junts de Cataluña sin ir en desmedro de sus acuerdos con gallegos y vascos, en cuanto a las comunidades, para lograr que todos apoyen su investidura. Otro tema es su relación con Sumar que no es la misma que tenía que sus viejos aliados de Podemos. Es un buen negociador y deberá enfrentar una ardua tarea. No imposible, pero sí muy difícil.

El límite que tiene para hacerlo es el 27 de noviembre, y aunque su intención sea lograr un acuerdo y formar gobierno cuanto antes, mejor. En octubre le confesó a sus íntimos. Piensa que llegar antes de la fecha límite le daría un gran impulso al nuevo gobierno y está trabajando en esa dirección

En caso de no conseguirlo, la propia Constitución prevé un nuevo llamado a elecciones para el 14 de enero de 2024.