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Estrecho de Taiwán: un conflicto con permanente vigencia

Ruben Guzzetti *

Publicado: viernes, 23 septiembre 2022

Ilustración alusiva a la visita de Nancy Pelosi a la isla de Taiwán. Créditos: Liu Rui/Global Times (China)]

La isla de Taiwán, varias islas circundantes y el estrecho del mismo nombre que la separa del continente chino se han ido transformando, con el correr de los años, de un escenario de una guerra civil inconclusa, a uno de los ejes principales de la disputa entre dos potencias que abrazan distintas cosmovisiones.

Paulatinamente los acontecimientos ocurridos en la zona, los posicionamientos políticos a ambos lados y la injerencia externa en el diferendo fueron conformando un foco de atención geopolítico insoslayable. La conformación de este nuevo escenario se produce en el marco del traslado del centro de gravedad económico mundial de occidente a oriente, al cual se le acopló una fenomenal revolución científico tecnológica, profundizada a fines del siglo XX y manifestada con toda evidencia ya en la segunda década del actual.

En los distintos ámbitos académicos, periodísticos y políticos se coincide en que la sociedad global asiste a una transformación y cambio civilizatorio de proporciones nunca vista antes. 

En esta situación internacional se destaca el enorme crecimiento y desarrollo de la República Popular China (RPCh). 

Los cambios producidos en la China milenaria en los últimos 180 años son de una profundidad todavía insondables en toda su magnitud. Pasó del sistema absolutista dinástico a la categoría de semicolonia, de ésta a la fundación de la república y de esa instancia a la revolución socialista, previa guerra civil e invasión japonesa. Después de 110 años de humillación China se comenzó a poner de pie en 1949.

La isla de Taiwán se ha convertido en el centro de una disputa trascendental de dos bloques, el anglosajón liderado por EE.UU. y el Reino Unido. y el de los países emergentes encabezados por la RPCh. Detrás de todo lo que rodea a este conflicto existen dos formas de interpretar la gobernabilidad, la estrategia y la misión que considera tiene cada protagonista principal. 

Henry Kissinger con más de 60 años de carrera diplomática lo expresaba así: 

“En general, el arte de gobernar de los chinos muestra una tendencia a contemplar el paisaje estratégico como parte de un todo: el bien y el mal, lo cercano y lo lejano, la fuerza y la debilidad, el pasado y el futuro, todo tiene su interrelación. En oposición al planteamiento occidental de considerar la historia como un proceso de modernidad en el que se alcanzan una serie de victorias absolutas contra el mal y el atraso, la perspectiva tradicional china de la historia pone el acento en un proceso cíclico de desintegración y rectificación, en el que la naturaleza y el mundo pueden comprenderse, pero no dominarse del todo. Lo máximo que puede conseguirse es establecer una armonía entre ellos” (Kissinger, 2012, P. 50-51).

Como vemos dos formas muy distintas de interpretar las relaciones humanas y de estos con la naturaleza, estas dos visiones cosmogónicas estarán presentes permanentemente en la relación entre EE.UU. y China y las propuestas y tensiones generadas alrededor de Taiwán.

Las potencias hegemónicas, tanto en su apogeo como cuando emprenden alguna retirada estratégica, en cualquier rincón del planeta, suelen dejar plantada ciertas semillas a las cuales recurren en tiempos futuros. Así ocurrió cuando el imperio británico se retiró de la India, finalizada la segunda guerra mundial, ya en franco declive, teniendo influencia decisiva en la creación del actual estado de Pakistán, o cuando luego de la finalización de la guerra de la independencia cubana Estados Unidos se instaló en la base de Guantánamo, en la provincia de Cuba del mismo nombre, nuevamente Gran Bretaña sosteniendo un enclave colonial en Malvinas para tener, entre otros beneficios, el control oceánico sobre el continente antártico, o el actual imperio anglosajón, financiero y globalizado manteniendo dormidas células nazis las cuales reactivó a partir de 2014 en Ucrania para  estimular la ruso fobia en el este europeo. De igual manera la potencia norteamericana nunca dejó de influir en el destino de la isla de Taiwán a partir de la retirada del Japón en 1945, después de medio siglo de ocupación iniciado a partir de 1895 con el tratado de Shimonoseki, corolario de la derrota de China en la primera guerra sino-japonesa.

La presencia estadounidense en el territorio de China data de mediados del siglo XIX cuando el país americano participó de los “acuerdos desiguales” donde una China derrotada en ambas guerras del opio (1839-1842, 1858-1860) fue obligada a firmarlos. Gran Bretaña fue la primera potencia en presionar y conseguir concesiones en el manejo de varios puertos sobre el río Yangtsé. Asimismo, EE.UU. con el acuerdo desigual de Wangxia, Francia con el de Whampoa, y otras potencias europeas siguieron el mismo camino obteniendo privilegios a costa de la soberanía de China y el sufrimiento de su pueblo (Sergio Gelfenstein, 2019, Pg.77).

Luego en la guerra civil China (1927-1936, 1945-1949) la participación de EE.UU. apoyando al sector nacionalista del Kuomintang fue explicita.

En 1945 derrotado Japón se reinicia la guerra civil en China que finaliza el 1 de octubre de 1949 con el triunfo comunista y la proclamación de la República Popular China (RPCh).

Mientras se desarrollaba el proceso de cambio en el continente, el 1 de diciembre de 1943 en El Cairo, una vez finalizada la batalla de Stalingrado con el triunfo soviético que define la segunda guerra mundial, se firma la declaración que lleva el mismo nombre entre el presidente Roosevelt, el primer ministro Churchill y Chiang Kai-shek en el cual se establecía: “todos los territorios que Japón ha robado a los chinos en el período 1895-1945, como Manchuria, Formosa (Taiwán) y las islas Pescadores, serán restauradas a la República de China”. El día 24 de octubre de 1945, día de la “retrocesión”, Japón entrega el gobierno de la isla a las autoridades chinas (R de Ch).

El triunfo revolucionario del 1 de octubre genera una discusión y cierta parálisis en la política estadounidense respecto de China.

Dean Achenson, Secretario de Estado del gobierno del presidente Truman expresaba así su reproche y lamento: “Lo desafortunado e ineludible es que el gobierno de EE.UU. no pudo controlar las nefastas consecuencias de la guerra civil en China. Nuestro país no hizo ni pudo hacer nada en los razonables límites de su capacidad para cambiar el resultado. Se produjo a causa de las fuerzas internas chinas, unas fuerzas sobre las que intentamos influir, pero no lo conseguimos” (Kissinger, 2012, Pág. 136). 

Mientras EE.UU. se debatía entre lamentos y acusaciones cruzadas por la pérdida de China, la joven revolución se aprestaba a reintegrar a su territorio soberano a la isla, pero un acontecimiento frustró la intención de Mao; el 25 de junio de 1950 se desencadenó la Guerra de Corea. Ante el riesgo de tener a las fuerzas armadas estadounidenses en la frontera, frente a una eventual derrota de los revolucionarios coreanos, Mao decide concentrar el esfuerzo de la recién nacida RPCh en ese evento. 

Respecto a este cambio estratégico hay un dicho que sintetiza lo ocurrido: “Kim il sung salvó a Taiwán”. Kim il-sung fue el héroe norcoreano y primer presidente de la República Popular Democrática de Corea. 

En los meses posteriores, prevalecen en EE.UU., las posiciones del Gral. Douglas Mac Arthur, administrador del Japón entre 1945 y 1952, declarado anticomunista, que con el avance de la guerra y el temor del país norteamericano de que se expanda el comunismo en Asia influye para que su país. decida enviar la VII flota al Estrecho de Taiwán. 

La situación había cambiado radicalmente, el gobierno nacionalista de la isla se había salvado y comenzada una nueva y larga etapa (Ríos, 2005, Pág. 16 y 17).

Se abría así un nuevo y prolongado proceso. Durante los siguientes 55 años en la isla gobernó el Kuomintang, primero, durante 20 años, Chiang Kai shek, luego su hijo Jiang Jingguo, y más tarde Li Denghui.

Finalizada la contienda interna Chiang Kai shek y sus seguidores se refugiaron en la isla de Taiwán con el apoyo de Washington. Comienza así la etapa donde un conflicto nacional se comienza a transformar paulatinamente en internacional. La presencia de occidente y de EE.UU. en particular en la zona transforma el carácter de la disputa alimentando, en una primera etapa, el sueño del Kuomintang de recuperar el continente para la República de China (Taiwán) y brindando apoyo para sostener la membresía en la Asamblea General de la ONU hasta 1971, cuando por resolución 2758 de ese organismo se decide que la representación de toda China recaiga en el gobierno de la RPCh.

Luego de pasar por distintos períodos en donde la posibilidad de llegar a una salida pacífica dependió más del estado de la relación entre Beijing y Washington que de la evolución del vínculo entre la isla y el continente, y tras tres grandes crisis en 1954, 1958 y 1995, que amenazaron con llegar a la guerra, se llega al pico de tensión actual. 

Los acuerdos en la mesa triangular se han visto obstaculizados por las distintas interpretaciones que cada uno le da a las palabras y la distancia que surgen entre las posiciones declamadas y los hechos

En la actualidad aparecen tres opciones para desenredar el intrincado diferendo: profundización de la autonomía hacia la independencia, reunificación de Taiwán con la RPCh o mantenimiento del statu quo. Las dos primeras difíciles de alcanzar y la tercera de perdurar indefinidamente.

Mientras la R. de Ch. y la RPCh sostuvieron, a través del tiempo, objetivos bastante claros, los EE.UU. desplegaron estrategias zigzagueantes y hasta contradictorias.

A mediados de la década del 80 del siglo XX surgen voces opositoras en la isla dando lugar a la creación del Partido Democrático Progresista, de corte liberal y muy cercano a los dirigentes y políticas estadounidenses. El PDP alcanza el gobierno en el año 2000 con Chen Shuibiao. Luego de dos periodos de 4 años el Kuomintang regresa al gobierno de la mano de Ma Yingjiu. Es precisamente en esa etapa 2000/2008 cuando las posiciones entre la isla y el continente alcanzan su mejor relación. Bajo el respeto del principio de “una sola China”, los acuerdos de 1992, alcanzados por las autoridades de ambos lados del estrecho y la aceptación de parte de la RPCh de tener un trato preferencial con la isla respetando su sistema de gobierno, inclusive más elástico que el alcanzado en Hong Kong, la situación logró una amplia distensión. Los vuelos e intercambios se hicieron más fluidos, las relaciones comerciales mejoraron y cuando todo parecía que se encaminaba a una reunificación pacífica EEUU cambia su política hacia China y el PDP vuelve al gobierno en 2016 con la actual mandataria Tsai ing wen, reelegida en 2020.

La relación en el estrecho se desarrolló con varias etapas bien diferenciadas: la instalación del gobierno del Kuomintang en la isla, entre 1945/49, hasta la muerte de Chiang Kai shek, en 1978, se mantuvo una confrontación basada en la idea de la reconquista del continente por las fuerzas nacionalistas. Luego a partir del gobierno de Jiang Jingguo, hijo de Chiang, se inicia un acercamiento en el área cultural, económico y comercial. Más tarde en el gobierno de Li Denghui y en el primer gobierno del PDP con Chen Shuibian la relación entra en una zona de crecientes dificultades. La relación mejora ostensiblemente en el mandato de Ma Jingjiu (2008-2016) alcanzando el mejor momento del vínculo. La relación entra en un nuevo pantano a partir de 2016 con el inicio del ejercicio de la actual mandataria Tsai Ing wen y la nueva visión estratégica del gobierno de EE.UU.

Es precisamente durante el mandato del presidente Obama (2008-2016) cuando se pone en marcha la política del Pivote Asiático (Hillary Clinton), con la traslación de gran parte del poderío naval de EE.UU. al Mar de China Meridional y la creación del Acuerdo Transpacífico (TPP11), más tarde desactivado por Donald Trump. A pesar de estos giros en la política estadounidense quedaba establecida la decisión del país del norte de modificar su estrategia en la región asiática en la dirección de tener mayor presencia para contener el desarrollo de la RPCh. 

EE.UU. había pasado de una aparente colaboración y tolerable competencia a declarar abiertamente a la RPCh y al Partido Comunista de China (PCCh) como sus enemigos existenciales.

Saltando importantes consideraciones y etapas en la relación, por un problema de espacio, llegamos a la alta tensión existente en la zona en estos momentos.

El pico máximo de tensión se alcanza con la visita de la octogenaria presidenta de la cámara de representantes la demócrata Nancy Pelosi. Desconociendo las advertencias de China y de políticos de su propio país, la senadora desembarcó en Taipéi el 3 de agosto de este año y permaneció en la isla por 19 horas, reuniéndose no solo con Tsai y otros altos funcionarios del gobierno, sino con activistas por la independencia de la isla, provocando muy fuertemente a la dirigencia de la RPCh, a solo un par de meses del XX Congreso del PCCh, el cual se iniciará el próximo 16 de octubre.

Luego se sucedieron nuevas visitas de representantes de ambas cámaras del congreso estadounidenses y miembros de las fuerzas armadas, y re reiterados despliegues de embarcaciones de guerra en el estrecho, tanto de EE.UU. como del Reino Unido. China respondió con las mayores maniobras militares alrededor de 6 puntos de la isla.

A mediados de agosto el senado de EE.UU. estaba abocado a aprobar un proyecto, presentado por el presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales de esa cámara, senador demócrata Bob Menéndez, y el senador republicano Lindsey Graham, donde ascendería a U$S 4500 millones la ayuda militar a la isla, la cual viene siendo ininterrumpida desde 1951, y se pretende designar a Taiwán principal aliado extra OTAN. Elevando aún más la tensión con la RPCh que ya estableció como línea roja la intención de independizarse de la isla.

EE.UU., en su permanente política pendular e hipócrita continúa diciendo que adhiere a la política de “Una sola China” pero trata a las autoridades de Taiwán como si estas representaran a un estado independiente.

La ofensa de esta postura del país norteamericano, apoyada y aprovechada por las actuales autoridades de la isla, agreden de una manera superlativa el honor y la soberanía China. Permanentemente las autoridades de Beijing manifiestan que sus objetos están dirigidos a la “revitalización de la nación” lo cual incluye completar su soberanía cercenada en tiempos pasados, y esto comprende absolutamente a la isla de Taiwán.

EE.UU. se aferra a sostener un statu quo ambiguo en la zona como tabla de salvación para evitar o demorar la llegada de un nuevo mundo policentrico. Sabe que China evitará por todos los medios posibles una confrontación armada que tendría enormes consecuencias para tod@s l@s ciudadan@s de ambos lados del estrecho, y además sería un retroceso de la política de soft power, desplegada por la RPCh en todo el mundo.

En definitiva, la visita de Nancy Pelosi a la isla es un eslabón más de una larga cadena de medidas coercitivas y provocaciones dirigidas a detener el extraordinario desarrollo de la potencia asiática, que amenaza en terminar con la hegemonía global de EE.UU. y el unipolarismo. 

Es válido recordar que ya en 2014, después de 142 años en que el país del norte ostentara el primer lugar, este fue desplazado por China en ocupar el podio de mayor economía teniendo en cuenta la paridad de poder de compra. 

La isla de Taiwán, junto al conflicto en el este europeo, se ha convertido en los dos focos de mayor tensión internacional, amenazando con que estalle una nueva guerra mundial y posiblemente nuclear, lo que pondría a la especie de cara a su extinción.

Por último, la isla de Taiwán no solo es estratégica geopolíticamente hablando para el imperio, sino que es el principal productor mundial de semiconductores, un elemento esencial para el desarrollo tecnológico, lo cual nos indica el valor que tendría una integración con el continente para el nuevo orden mundial naciente.

El único camino para solucionar el diferendo es la mesa de negociaciones. El gran interrogante es como lograr que los poderes financieros internacionales, dominadores del mundo occidental, que tienen una relación dialéctica con los principales estados anglosajones, se sienten a la mesa, sobre todo cuando están amenazados por su propia crisis existencial y de reproducción, y están apostando a un maltusianismo social para intentar un gran reseteo global que los reposicione.

Bibliografía

CHINA, Henry Kissinger, 2012, DEBATE

CHINA en el siglo XXI, Sergio Rodríguez Gelfenstein, 2019, Ediciones Fabro

Taiwán: el problema de China, Xulio Ríos, 2005, CatarataNota: Sola mente se ha utilizado la transcripción anterior a 1978 para denominar a Chiang Kai shek, los demás nombres propios fueron escrito con la nueva transcripción fonética llamada Pinyin.

* IADEG-IDEAL-CEFMA

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