Los sucesos de Gabón lo confirman, aunque ya el término «colonialismo» esté anticuado o confuso. Es que en África conviven y se imbrican, quizás de manera original, única, los tiempos y las formas de la dominación y el saqueo de los pueblos y los seres humanos. El antiguo y tradicional colonialismo, esencialmente europeo, con las manos escondidas y manchadas de esclavismo, las formas neocoloniales asociando burguesías nativas a la explotación capitalista contemporánea, todos melangeados por el capital financiero internacional conducido por los EEUU, que no puede estar ausente en un gigantesco territorio en disputa entre los poderosos del mundo. Es que es mucha la riqueza natural del continente, inmensos los recursos que tientan al extractivismo más ávido que nunca y aún vigente el atropello a los estados nacionales que buscan un horizonte propio en la esperanza multipolar. Si el primer gran proceso descolonizador se dio al término de la segunda  guerra mundial, en medio del auge de la esperanza con la constitucion de las Naciones Unidas (ONU), la construcción del campo socialista bajo la batuta de la URSS y el ímpetu capitalista occidental conducido por la emergente EEUU, hoy esta segunda oportunidad de África de liberarse de las viejas y nuevas formas de dominio y opresión marchan al ritmo de esta crisis múltiple y diversa de la hegemonía occidental y capital imperialista.

Si en aquella primera oleada descolonizadora el paraguas de una joven ONU fue esencial para que los pueblos arremetieran para sacarse el yugo de los imperios como el francés, el británico y el portugués, en esta segunda oleada anticolonialista la decadencia norteamericana y su perdida de poder arrastran a sus socios europeos y el nuevo paraguas es el mundo emergente euroasiático liderado por Rusia y China. Particularmente la Francia liderada por Macron y beneficiada por un extractivismo desbocado que trasladó todos sus beneficios a la metrópolis dejando exhaustas a sus antiguas colonias, recibió una andanada de golpes que los hicieron añorar la época dela Legión Extranjera y sus camelleros que ponían en su lugar el orden colonial a sangre y fuego. La reciente Junta militar que se hizo del poder en Níger llevo el precio del uranio a sus niveles em el “mercado libre”. Es decir de 0,80 de Euro que le tiraban a los pobrecitos negritos africano, a 200 Euros que es el precio al que lo cotizan los canadienses. A la luz de este salto nace el nuevo Níger.   

Pero hablamos de una oleada, que principalmente abarca las antiguas colonas francesas, las que en el siglo XX adquirieron una independencia más formal que real. Sus economías permanecieron atadas, y en consecuencia saqueadas por el antiguo centro colonial. Chad, Gabón, Burkina Fasso, Níger, Sudán, Malí, Ghana, Guinea son esos países que de la mano de militares, en lo fundamental nacionalistas, decidieron poner fin a la ignominia.

No es casual entonces que en paralelo otro proceso haya tenido lugar. Dos nuevos países africanos ingresaron a los Brics, en la reciente y significativa reunión de dicho organismo, Egipto y Etiopía, que se suman de esta manera a Sudáfrica, uno de sus miembros fundadores. Un nuevo escenario geopolítico, que aún no acaba de redefinirse en toda su dimensión, se está estructurando ante nuestros ojos. Un nuevo mundo está naciendo.