La racionalidad no es una premisa en el devenir histórico de la humanidad, ni mucho menos una ley inexorable de su desarrollo. En cambio, la alienación y la irracionalidad han caracterizado muchas de sus conductas sociales, entre las que sobresalen la guerra y las mil formas de la violencia.                                                      

Pero no es inexorable que la actual, y también violenta disputa hegemónica, deflagrada en diversas y simultáneas guerras locales, desemboque en una única gran guerra mundial, la tercera según algunos historiadores, la primera del periodo de la multipolaridad según algunos analistas de la geopolítica, la última porque el holocausto atómico nos amenaza según muchos otros, espíritus pesimistas nada alocados.                                     

No es inevitable porque también las leyes de la conveniencia, económica y de poder rigen, habitando la conciencia de los pueblos que cada vez son más activos en este mundo y generadores de la llamada opinión pública y también de viejas y nuevas formas de participación política. 

Vale esta introducción para señalar que el crecimiento en la opinión pública norteamericana de la elección de Donald Trump como presidente de los EEUU de ninguna manera puede reducirse de manera simplista al «auge» de las derechas en el mundo. Su posible triunfo es inseparable del significado de la derrota del «demócrata» Joe Biden, destacado como presidente guerrerista incluso entre los demócratas guerreristas típicos de las últimas décadas.                       

El fracaso de la guerra de Ucrania lleno un vaso que encamina a desbordar con el horror mundial provocado por el genocidio que Israel lleva adelante en Gaza y aunque hoy Biden simule algunos gestos para desligarse de un genocidio que acumula el mayor desprestigio internacional conocido desde el holocausto nazi, la ligazón del lobby sionista norteamericano, el gobierno demócrata norteamericano y Gran Bretaña sumados a la sociedad de las industrias armamentistas de ambos países se han evidenciado de manera innegable e imborrable. Biden se encamina a paso firme a una derrota militar en sus guerras y a una derrota electoral frente a Trump, quien sobrevive al escándalo que provocó en el Congreso hace cuatro años.              

Estás guerras norteamericanas y de la OTAN, no resultan en una expansión del capitalismo yanky como fue en el siglo XX sino en un auge de la miseria económica fronteras adentro solo conocida en la década del 30 del siglo pasado, y en el detenimiento de la locomotora industrial alemana que irradiaba crecimiento y bienestar en Europa. Por el contrario la actitud antirrusa que impregna la política norteamericana al menos desde 1917, provocó la mayor crisis energética europea conocida. Sus colmos: el sabotaje del Nord Stream 2, el gasoducto ruso-europeo, ¡¡estallado por EEUU el 26 de Setiembre de 2022¡¡. Recordemos que en 2011, la empresa rusa Gazprom puso en marcha el Nord Stream 1 por donde hoy pasa el grueso del caudal de gas que Rusia manda a Europa. Luego Gazprom, con el apoyo del gobierno de Merkel, construyó un oleoducto paralelo, el Nord Stream 2 para poder satisfacer las necesidades energéticas europeas, principalmente soportar los fríos europeos y abastecer su locomotora industrial, Alemania. El boicot simultáneo impuesto por EEUU a través de la OTANS a Rusia por su invasión a Ucrania, tuvo la consecuencia inmediata de la irrupción de una crisis energética sin precedentes en Europa, la triangulación en el comercio energético, luego la ruptura de la sociedad árabe norteamericana que había permitido el nacimiento de los petrodólares y la existencia del largo período del “patrón Dólar” en la economía mundial desembocando en el nacimiento de un revulsivo para el viejo orden mundial, el eje BRICS-OPEP.                                                       

 Mientras tanto y para colmo, sobreviven, fortalecida incluso, la demonizada Rusia y su líder Putin, mientras la China, su reconocida archienemiga actual, austera en sus expresiones y de bajo perfil discursivo, sigue acercándose a su meta de ocupar el centro del escenario geopolítico mundial.                                         

 Repito. El previsible triunfo de Trump en las elecciones norteamericanas no es un triunfo de las «derechas» como pretenden hacernos creer presuntos liberales, sino incluso la perspectiva posible de un desarme de la guerra de la OTAN en Ucrania y la apertura de un proceso de distensión y no de expansión de la peligrosísima guerra en Oriente. Trump acaba de reconocer que el derrumbe de las «torres gemelas» no se debió al falso avión secuestrado por «terroristas» árabes, sino a un atentado de falsa bandera para justificar la guerra.(ver en este número de Cuadernos de Bitácora informe de Red Voltaire) 

Y está claro que en el mundo contemporáneo, no hay nada más de derecha que la guerra.