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VLADIMIR PUTIN Y LA FEDERACIÓN DE RUSIA, UNA SIMBIOSIS HISTÓRICA

Cuadernos de Bitacora *

Publicado: viernes, 01 marzo 2024

Alexei Druzhinin, Sputnik, Kremlin Pool Photo via AP

Marcelo Brignoni realiza un análisis del panorama geopolítico mundial en el cual uno de los temas centrales es la guerra entre Ucrania/OTAN y la Federación de Rusia en el marco de las próximas elecciones presidenciales a desarrollarse en Rusia.

Por Marcelo Brignoni*

Amenos de un mes de las elecciones presidenciales en la Federación de Rusia, que tendrán lugar entre el 15 y el 17 de marzo de 2024, el país y su Presidente Vladimir Putin aparecen en la cima de los comentarios y análisis geopolíticos globales sobre lo que vendrá.

Estas elecciones serán las octavas elecciones presidenciales en el país y si ningún candidato recibe más de la mitad de los votos, se celebrará una segunda vuelta exactamente tres semanas después, el 7 de abril de 2024. Está previsto que el ganador de las elecciones tome posesión el 7 de mayo de 2024.​

El panorama actual aparece cruzado por varios temas confluyentes, la Guerra en Ucrania, la decisión constitucional de que los territorios del Donbass y Crimea voten en las elecciones presidenciales rusas, el reportaje del ex presentador de la cadena norteamericana FOX, Tucker Carlson, reproducido hasta el infinito, y la muerte del abogado y opositor ruso Alexei Navalny.

Como cuentan muchos de sus biógrafos, aquella noche del 5 de diciembre de 1989, ya caído el Muro de Berlín, el entonces teniente coronel Putin, destacado en la sede del KGB en Dresde, Alemania Oriental, y mientras defendía esas instalaciones, entendería la necesidad de reconstruir Rusia después de la debacle de la Perestroika que sería la disolución final de la Unión Soviética. Algunos testigos ocasionales le asignan a esa noche una frase que marcaría el futuro de Putin para siempre: “Nuestro país está dejando de existir, hay que reconstruirlo”.

Esa impronta haría de su futuro, una acción cotidiana en esa dirección, la que llega a nuestros días.

La Guerra en Ucrania

En vísperas de cumplirse, el 24 de febrero de 2024, el segundo aniversario del inicio de la Operación Especial de Rusia en Ucrania, ya casi no quedan analistas que no consideren inexorable la derrota de la OTAN.

Las Fuerzas Armadas Rusas tomaron el control de la ciudad de Avdiivka el último 17 de febrero. La caída de Avdiivka, una ciudad en la cuenca minera del Donbass del frente oriental de combates, es la última noticia de la derrota de una supuesta contraofensiva de las fuerzas de la OTAN que abastecen y acompañan a las tropas de Zelensky, la que nunca pudo conseguir ningún triunfo militar más allá de la propaganda mediática.

Las fuerzas de Zelenski, ya abandonadas a su suerte por la OTAN, han cambiado sucesivos mandos militares en el último año hasta que Oleksandr Syrskyi, un “general lleno de victorias”, fue designado el 8 de febrero último como nuevo jefe del ejército de Zelensky. Su primera gran tarea era “proteger” Avdiivka, en la que ha fracasado de modo rotundo a menos de 10 días de haber asumido su nueva función.

El presidente ruso, Vladímir Putin, durante la entrevista con Tucker Carlson en el Kremlin. Gavriil Grigorov / EFE

Tucker Carlson en Moscú

Por estos días, ha tenido profusa difusión el reportaje de poco más de dos horas concedido por el Presidente Putin al presentador estadounidense despedido de la FOX. Carlson, un personaje singular que cree que Vladimir Putin y Javier Milei pertenecen a la misma familia política, hilvanó un reportaje que habría hecho que el propio Putin lamentara que el ex presentador de la cadena estadounidense, no hubiera formulado preguntas más profundas en su entrevista. Según Pavel Zarubin, de la Televisión Estatal Rusa, Putin le señaló: “francamente, pensé que (Carlson) haría, lo que se dice, preguntas difíciles. Yo no solo estaba preparado para ello, sino que lo deseaba”. Putin habría indicado, a su vez, que debido a esta circunstancia no pudo responder sobre todo lo que había preparado, lo que le hubiera conferido “cierta especificidad concreta” a la conversación.

Más allá de esto, Putin dejó mucha tela para cortar, sobre todo en lo referido a la relación de la OTAN con la Federación de Rusia en los últimos 20 años y al raconto de los innumerables incumplimientos de cada uno de los acuerdos alcanzados, particularmente en lo referido a las conversaciones iniciales de 1991, a las de 2008 y a los acuerdos de Minsk sobre el conflicto en la región del Donbass, incluso ratificados en aquel 2014 por la propia Angela Merkel, aunque ésta reconocería después, el 7 de diciembre de 2022, en una entrevista al diario alemán Die Zeit, que los acuerdos de Minsk se firmaron con el único objetivo de dar tiempo a Ucrania para rearmarse y fortalecerse, lo que según Merkel, hizo que “Ucrania haya usado ese tiempo para volverse más fuerte, como se puede ver hoy”. Además, Merkel añadió que en ese momento Rusia tenía la capacidad de “aplastar fácilmente” a Ucrania y la OTAN “necesitaba tiempo para poder instalarse en Ucrania y defenderla”.

Putin historizó los antecedentes de Ucrania y su relación con sus vecinos, incluso recordó que el Acta de Declaración de Independencia de Ucrania, que fue adoptada por su parlamento el 24 de agosto de 1991, fue una negociación compleja que tenía como telón de fondo la desaparición de la Unión Soviética de la que Gorbachov, su entonces presidente, se enteraría por teléfono.

En aquellas actas multinacionales de 1991, se planteaba claramente el compromiso de la OTAN de no incorporar a esa alianza militar liderada por Estados Unidos y el Reino Unido, a los países que habían formado parte del Pacto de Varsovia.

Desde 1991 la República Checa, Hungría y Polonia, a finales de los noventa, y luego en la década siguiente, Bulgaria, Estonia, Letonia, Rumanía, Eslovaquia y Albania, se incorporaron a la OTAN bajo la protesta de la Federación de Rusia.

Nunca estuvo previsto en el marco del respeto de las seguridades mutuas que Rusia, Estados Unidos y la OTAN aceptaron en 1991, que hubiera fuerzas militares del Tratado del Atlántico Norte desplegadas en Polonia, o en los países bálticos, a pocos cientos de kilómetros de Moscú. Sin embargo, hoy es un dato del paisaje, sobre el que Occidente finge demencia.

En 2010, Víctor Yanukovich, el ex gobernador del Donetsk -hoy República Popular del Donetsk- fue electo democráticamente Presidente de Ucrania. Occidente denunció fraude, como cada vez que un candidato de su simpatía pierde una elección, y comenzó una conspiración violenta contra su gobierno. Yanukovich se atrevió a decir que Ucrania no debía entrar a la OTAN ni a la Unión Europea, y que debía ingresar a la CEI, la Comunidad de Estados Independientes, en virtud de sus lazos económicos, culturales e históricos con Rusia.

Después de rechazar el Acuerdo de Asociación Europeo-Ucraniano, Yanukovich fue destituido de su cargo por un Golpe de Estado motorizado por el entonces vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden. Los honorarios los cobro su hijo Hunter, quedándose con Burisma, la más importante empresa ucraniana de gas.

Mientras tanto, un olvidado Oleksandr Turchynov, instalado por el Golpe de Estado en el Gobierno de Ucrania, fue reconocido como legítimo presidente en horas, por parte de los franquiciantes globales de la democracia y la libertad: Occidente.

La Región del Donbass no reconoció el gobierno golpista y proclamó su independencia. Allí comenzó el genocidio de su pueblo y sus dirigentes. Yanukovich debió exiliarse en Rusia donde aún se encuentra. Nunca pudo volver a Ucrania. De esta fecha de inicio del conflicto, el 2014 y no el 2022 como se señala en occidente, habló Putin con Tucker Carlson.

Desde entonces, Rusia reclamó el respeto a los DD.HH. en el Donbass y no reconoció su independencia para no profundizar el conflicto. Occidente nunca escuchó.

Esas 14 mil víctimas que no han sido televisadas ni transmitidas por ninguna de las cadenas empresariales radicadas en los países del G7, nunca fueron comentadas por los “enviados especiales” preocupados por las “situaciones de crisis humanitaria”, ni tampoco por Tucker Carlson, que quizás ni lo sepa. Están sí, en la memoria de sus familias, de sus vilipendiadas familias.

Navalny, la última ilusión de desestabilizar Rusia

Desde hace por lo menos 20 años, la Federación de Rusia viene trabajando una política de defensa integral destinada a comprender y neutralizar las estrategias de EE.UU. y sus aliados para desestabilizar su funcionamiento soberano.

Gran parte de estos estudios han sido sistematizados en lo que se conoce como la Doctrina Gerasimov de la Guerra Híbrida, llamada así en honor al Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas rusas, general Valery Gerasimov.

Esta doctrina es utilizada para analizar y contrarrestar las estrategias de ataque de la guerra contemporánea, colocando al conflicto y la guerra tradicional militar a la par de las actividades políticas, económicas, informativas, humanitarias, multilaterales y otras actividades no militares.

La existencia de una “Doctrina Gerasimov” rodea el concepto de Guerra de Nueva Generación, donde la importancia de controlar el espacio de información y la coordinación en tiempo real de todos los aspectos de una campaña, además del uso de ataques dirigidos en lo profundo del territorio enemigo y la destrucción de infraestructura civil y militar crítica, son parte de la misma concepción, al igual que la utilización de  unidades militares regulares “con el disfraz de fuerzas de mantenimiento de la paz o de gestión de crisis”.

Dentro de esta Guerra de Nueva Generación de la OTAN y el G7 contra la Federación de Rusia, la idealización y promoción de personajes opositores en los países ajenos al sistema “satelital” de EE.UU., tanto como su financiamiento a través de las agencias estatales estadounidenses como la USAID, es de uso cotidiano. La propia Central de Inteligencia Americana reconoce que el 80% de sus “activos” en el mundo son “luchadores por la libertad”, personajes destinados a cuestionar al interior de sus países la soberanía de los mismos, pero solo en aquellos que no aceptan el sometimiento a los intereses del Departamento de Estado.

Uno de esos “activos” fue durante muchos años Alexei Navalny, el que entre otras cosas, aparece filmado en un restaurante pidiéndole al agente del MI6 británico, James William Thomas Ford, un presupuesto anual de 15 millones de dólares para financiar la desestabilización de la Federación de Rusia

¿Cómo se llama eso? ¿Cuál es la figura legal que encuadra al que recibe dinero de potencias extranjeras para actuar en la política nacional del propio país de uno? Se llama traición a la patria.

Lo mismo por lo que EE.UU. acusa al periodista australiano Julián Assange.

De hecho, hasta el Parlamento Europeo ha diseñado un premio “anti ruso” para darle publicidad a los opositores de Putin y de los gobiernos de sus países aliados. El premio se llama Sájarov, en honor del disidente soviético Andréi Sájarov, y fue establecido por la Euro cámara en 1988 para ayudar a la caída de la entonces Unión Soviética.

Como no podía ser de otra manera, Alexei Navalny lo recibió en 2021 en honor a su “lucha por la libertad”

En 2020 el Premio Sájarov se otorgó a la oposición bielorrusa, incluida la ex candidata a la presidencia del país Svetlana Tijanóvskaya, también por “su lucha por la libertad”.

La CIA no descansa.

A modo de breve conclusión

La “Doctrina Gerasimov” resulta entonces una buena herramienta para el análisis de lo que está en marcha: la Guerra de Nueva Generación impulsada por EE.UU. y sus aliados, contra todos aquellas que vean algo incontrastable pero que el G7 se niega a asumir: el fin de la era unipolar iniciada en 1990, la que está llegando a su ocaso para dar lugar a un nuevo mapa de poder global multipolar, en el que Rusia, India y China son protagonistas.

Buenos Aires, 23 de febrero de 2024.

Nota realizada originalmente para La letra Ñ

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